Ajana pinta con colores saturados a gente alegre, perros, gatos, puertas, las ondas del mar... nos habla del lugar que habita, de las calles del Cabañal, de las fachadas de las casas que se engalanan (a pesar de la problemática del barrio) en una rica gama de tonos, estimulándonos la vista, (tan antitético al gris al que estamos acostumbrados en la ciudad).
Siluetas humanoides, que dentro de su aparente fantasía, se desenvuelven en perfecta naturalidad, quizás por estar en las paredes de lo que fue una casa habitada, están recordándonos esa vida.